La diplomacia mexicana frente a la pandemia

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La pandemia de covid-19 está poniendo a prueba a la diplomacia mexicana, quizá como nunca antes en nuestra historia reciente. El escenario al que se enfrenta, como el resto de las diplomacias en el mundo, difícilmente podría ser más adverso: las mayores crisis económica y sanitaria globales en casi un siglo; fronteras cerradas; el turismo y el comercio internacional desplomados; las cadenas globales de valor trastocadas; el multilateralismo bajo acoso, y el valor de la cooperación internacional denunciado.

Como al resto de las cancillerías en el orbe, ante la propagación del nuevo coronavirus nuestra Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) ha tenido que reorientar sus objetivos, ajustarse en sus métodos y asumir que opera con capacidades disminuidas. Pero, notablemente, frente a un panorama tan adverso y un reto tan mayúsculo, con liderazgo, talento y principios la diplomacia mexicana está cumpliendo en su mejor estilo y tradición.

Las muestras más visibles de la contribución de la diplomacia mexicana frente a la pandemia son quizá el suministro de insumos médicos desde el extranjero y la repatriación de miles de connacionales varados en docenas de países.

El papel de la cancillería en la crisis, sin embargo, ha sido más hondo y de mayores implicaciones que esas acciones de suyo valiosas. Por un lado, aportar a las políticas internas para la contención del virus y la recuperación económica y, por el otro, impulsar y contribuir activamente a la construcción de una respuesta internacional para un problema global.

Dos son los objetivos de esta pieza. El primero es ilustrar sobre el efectivo desempeño de la diplomacia mexicana en el esfuerzo nacional contra la pandemia y, segundo, argumentar que deriva de tres factores: visión y liderazgo; operación y despliegue, y apego a principios.

Visión y liderazgo

Empecemos con la visión y liderazgo. Bien pronto, el presidente Andrés Manuel López Obrador y su canciller Marcelo Ebrard entendieron una premisa sencilla pero poderosa: cualquier esfuerzo nacional resultaría insuficiente frente a un virus que nunca respetó fronteras. Bajo esa visión, en la cumbre virtual del G-20, el Presidente mexicano llamó a sus pares, los dirigentes de las mayores economías mundiales, a garantizar el acceso de todos los países, no solo de los más avanzados, al material y equipo médico necesario, así como a tratamientos y vacunas. Como en cualquier vecindario, en la comunidad internacional nadie, ni siquiera los países más desarrollados, podrán estar a salvo si sus vecinos padecen de contagios.

La cancillería y su misión en Nueva York, encabezada por Juan Ramón de la Fuente, trabajaron para trasladar a un compromiso internacional la visión de que los insumos médicos debían ser bienes públicos de acceso internacional. México presentó ante el seno de la Organización de las Naciones Unidas una resolución al respecto.

El 20 de abril de 2020, con el copatrocinio de 179 países, la Asamblea General adoptó por consenso la Resolución 74/274 para evitar el acaparamiento y promover el acceso a medicamentos, vacunas y equipo médico para hacer frente al covid-19.

La visión y el liderazgo político también fueron clave en abrir las puertas para la adquisición de insumos médicos. Ante los rezagos del sector salud acumulados durante décadas, había que hacer la reconversión y la expansión del sistema hospitalario para evitar situaciones como las ocurridas en otros países, en las que, ante el défict de camas, se llegó al extremo de tener que elegir a quién atender y a quién mandar a casa, posiblemente a morir.

Para la reconversión se necesitaban ventiladores y mucho equipo de protección médica que, por la premura, había que comprar fuera. Los mercados internacionales eran registringidos y onerosos. En abril de 2020, por ejemplo, un ventilador mecánico se ofertaba en tres o cuatro veces su valor habitual con fechas de entrega que podían dilatar meses y con riesgo de cancelción siempre persistente. En sendas gestiones con los presidentes Donald Trump y Xi Jinping, López Obrador abrió la puerta de las compras preferenciales a Estados Unidos y China, una prebenda que no pueden presumir la mayoría de los países. Lo que seguía era cómo operar los resultados de esas gestiones al más alto nivel.
Operaciones y despliegue

Hablemos ahora de operación. Mediante un complejo diseño logístico, la SRE –por medio de la Subsecretaria para Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos, Martha Delgado, y el hoy Director General para América del Norte, Roberto Velasco– instauró sendos puentes aéreos desde China y Estados Unidos para garantizar el suministro de los insumos médicos, requeridos ante el creciente número de contagios y ocupación de nosocomios. Vía Shanghái, han llegado desde el 8 de abril de 2020 hasta la fecha veinticinco vuelos con más de mil ventiladores mecánicos y millones de piezas de equipo de protección médica, incluyendo cubrebocas, guantes, lentes protectores, caretas, batas, trajes protectores, así como 300 000 pruebas PCR para la detección del SARS-CoV-2. Desde Nevada, han arribado, desde el 5 de mayo de 2020, nueve vuelos con 471 respiradores Hamilton. Estos insumos han sido en la mayor parte costeados por las instituciones del sector salud y, en algunos casos, son frutos de donaciones de gobiernos extranjeros o empresas mexicanas. Ejemplo de ello son las donaciones por parte del sector privado de 1000 y 2000 ventiladores que llegaron a México desde China y Chicago respectivamente; así como las donaciones de insumos médicos de diversos países.

El trabajo de la SRE, en cercana colaboración con la Secretaría de Salud, el Instituto de Salud para el Bienestar, el Instituto Mexicano del Seguro Social y el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, ha consistido en abrir los mercados y facilitar las operaciones de importación, así como ser el canal de acceso de las donaciones. En parte gracias a esta oportuna operación de suministro, el gobierno logró triplicar, en cuestión de pocos meses, las camas disponibles para la atención del covid-19. Hechos como este permiten afirmar que la diplomacia está aportando a la ejecución de políticas internas.

También ha sido gracias a la pericia de funcionarios, tanto en oficinas centrales, así como en embajadas y consulados, que ha sido posible la repatriación de al menos 16 718 connacionales que, tras el cierre de fronteras y restricciones de vuelos derivados de la pandemia, quedaron varados por el mundo. Fiel a su tradición, decenas de diplomáticos mexicanos trabajaron para gestionar aperturas temporales de fronteras o espacios aéreos, colaborar en la gestión de vuelos –algunos con apoyo de aerolíneas privados otros con el de la Secretaría de la Defensa Nacional y su Fuerza Aérea– lograr el desembarco de pasajeros en cruceros o para contratar minivanes que permitieran el traslado dentro de distintos países hacia ciudades con aeropuertos internacionales o a través de fronteras nacionales.

Los medios variaron pero el objetivo era traer a casa a los más que pudiéramos de los nuestros, siempre en seguimiento a los protocolos de salud correspondientes. Esto fue posible gracias al liderazgo y operación de los Subsecretarios para Relaciones Exteriores, Julián Ventura; para América Latina y el Caribe, Maximiliano Reyes, así como la Dirección General de Protección a Mexicanos en el Exterior, que encabezaron un esfuerzo de decenas de diplomáticos de todos los niveles.
Hasta el 3 de agosto de 2020, la SRE había facilitado el regreso a casa de 10 287 connacionales desde América Latina y el Caribe; 4038 desde Europa; 1020 desde Asia-Pacífico; 604 desde África; 449 desde Norteamérica y 320 desde el Medio Oriente. Los mexicanos estamos en todas partes. La SRE también ha facilitado la repatriación de los restos de 250 paisanos que tristemente fallecieron en Estados Unidos, y ha llevado a cabo acciones de protección para nuestros connacionales en ese país, incluyendo la aplicación de pruebas gratuitas de covid-19, la donación de despensas, y la atención directa, por medio de las Ventanillas de Salud, de más de 400 000 personas.

Apego a principios
Visión y pericia están detrás también del logro de la cancillería –en un trabajo encomendado por el canciller Ebrard y operado por la subsecretaria Delgado– de haber colocado a México en todos los esfuerzos multilaterales para el aceleramiento, el desarrollo, la producción y la distribución justa de la vacuna contra el covid-19: la Coalición para las Innovaciones en Preparación para Epidemias (CEPI); la Alianza Global de Vacunas e Inmunización (GAVI) y la Organización Mundial de la Salud (OMS). Como se recordará, la GAVI, la CEPI y la OMS han creado la plataforma de Acceso Global para la Vacuna contra Covid-19 (Covax) la cual tiene como objetivo distribuir al menos dos mil millones de dosis de la vacuna contra covid-19 para finales de 2021, de forma equitativa entre los países participantes en el mecanismo, sin menoscabo a su capacidad de pago. A este tipo de acciones es las que se refiere el canciller Ebrard cuando habla de un multilateralismo eficaz.

La visión que orienta, y ese y otros esfuerzos, es la que busca que México llegue a tiempo a la vacuna cuando esté lista. Recientemente, la Cancillería cerró negociaciones con la farmacéutica francesa Sanofi Pasteur y mantiene conversaciones a nivel bilateral muy avanzadas con proyectos de Alemania, China, Estados Unidos y el Reino Unido para participar en los protocolos de investigación fase tres del antídoto, lo que pavimentaría para México un acceso más temprano a este.

La visión y la operación diplomática durante la pandemia se apegan y honran los principios que la política exterior mexicana postula y defiende, como la igualdad jurídica de los Estados, la cooperación internacional para el desarrollo, así como los derechos universales de las personas, la proyección de una política exterior feminista y los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030.

Principios y visión también están detrás de la candidatura de Jesús Seade a la Dirección General de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que, por instrucciones presidenciales, impulsa activamente el aparato diplomático mexicano. La visión del presidente López Obrador y del canciller Ebrard es que la recuperación de la recesión global originada por la pandemia pasa por una recuperación del comercio mundial que, según cifras de la propia OMC, podría desplomarse hasta un tercio en 2020. Mediante la candidatura a la OMC, México ofrece para esa recuperación un perfil incomparable y nuestra larga tradición de respaldo al sistema multilateral.

En los momentos más destacados de su historia, la diplomacia mexicana se ha beneficiado de liderazgos con visión de Estado, el apego a nuestros principios basados en el Derecho Internacional y el despliegue de funcionarios entrenados y comprometidos con la defensa y la promoción de los intereses nacionales. Nuestra diplomacia conjuntó esos factores, por ejemplo, en la negociación del Tratado de Tlatelolco que proscribe el uso de armas nucleares en América Latina y el Caribe o en la labor de mediación en las guerras civiles en Centroamérica de las década de 1980 y 1990. Hoy, frente a la pandemia de covid-19, la diplomacia mexicana los ha vuelto a conjugar y ha vuelto a ser motivo de orgullo para los mexicanos.

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