Zoé Robledo participa en la conmemoración del 123 aniversario de Tuxtla como capital de Chiapas

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Al abordar el tema del cambio de poderes, el senador sostuvo que bien haríamos los chiapanecos en resignificar el papel de Emilio Rabasa en nuestra historia y reconocer su aportación
Al participar en el programa conmemorativo por el 123 aniversario de Tuxtla Gutiérrez y el Traslado de Poderes, el Senador de Chiapas, Zoé Robledo, sostuvo que Chiapas en su enorme generosidad no solamente ha permitido el cambio de nombres de los lugares sino además ha permitido mutar de un nombre de origen religioso a uno político o al revés sin limitante alguna. Y en este contexto, hablar del traslado los poderes –políticos o eclesiásticos— de San Cristóbal a Tuxtla y viceversa, representa una distancia más corta que la que hay rumbo a Jovel por la autopista.

En compañía de Eraclio Zepeda, Roberto Ramos Maza y la doctora María Elena Tovar, Robledo abundó que en la historia de Chiapas, tanto los límites como las sedes del gobierno fueron volátiles. Incluso, hubo ocasiones en las que los poderes se multiplicaron y no se sabía realmente quién gobernaba o quien debería gobernar.

“Estas circunstancias distan mucho de ser intrascendentes. La trayectoria de los aislamientos y encuentros violentos generó rivalidades no-violentas que aún permanecen; particularmente con los localismos y las fobias dirigidas contra los municipios vecinos o relativamente lejanos.”

El legislador chiapaneco señaló que el traslado de poderes en Chiapas obedeció fundamentalmente a cambios nacionales que repercutían en la entidad, aunados a las propias dinámicas locales.

“Al sentarse las bases productivas y de organización social, el aislamiento llevó a los grupos sociales a una suerte de autismo de los grupos sociales. La economía se construyó como conjuntos regionales, cada uno con sus respectivos ritmos de desarrollo. Al llegar el capitalismo tardío, la nueva división del trabajo determinó que las economías regionales subsistieran y ese tren productivo todavía se mantiene.”

Detalló que esta especie de aislamiento abonó a la inestabilidad en la residencia de los poderes políticos en la entidad. La capital del estado cambió de sede varias veces e, incluso, diversos movimientos separatistas surgidos a lo largo de la historia crearon capitales de corta duración y con menos reconocimiento. Ese es el caso de Comitán, Tapachula y Pichucalco, que fueron “capitales” para algunos grupos en pugna respecto a San Cristóbal o Tuxtla.

“Antes del cambio definitivo a Tuxtla, los poderes fueron trasladados tres veces desde San Cristóbal. La primera en 1834, con don Joaquín Miguel Gutiérrez. Otra vez fue en 1858 y una más en 1864. La definitiva fue en 1892, justamente el 9 de agosto, aunque algunos cronistas sostienen que fue el 12 de ese mismo mes. El promotor del último cambio fue Emilio Rabasa, un liberal porfiriano a quien poco se conoce y menos se le reconoce en Chiapas, no obstante su significativa aportación no únicamente a la política sino a la ciencia política mexicana con su obra La constitución y la dictadura.”

Finalmente, Zoé Robledo consideró que a 123 años de que Tuxtla se convirtió de manera definitiva en la capital del estado, bien haríamos los chiapanecos en resignificar el papel de Emilio Rabasa en nuestra historia y reconocer su aportación.

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