Palabras del Dr. Enrique Ochoa Reza, presidente del CEN del PRI en la COPECOL

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Palabras del Dr. Enrique Ochoa Reza, presidente del CEN del PRI, en la IX Asamblea Plenaria de la Conferencia Permanente de Congresos Locales (COPECOL), realizada en Morelia, Mich., el viernes 28 de agosto de 2016.

 Compañeras y compañeros:

Es un verdadero honor estar el día de hoy en la ciudad de Morelia con cada una y con cada uno de ustedes.

Y me siento especialmente honrado por poderme dirigir a mujeres y hombres destacados de distintos estados de la República, y de todos los partidos políticos de nuestro país.

En ese sentido haré una serie de pronunciamientos buscando el máximo respeto a la pluralidad política que esta organización tiene y, sobre todo, con el ánimo de proponer soluciones y propuestas comunes, que creo que mucho nos ayudarían con la sociedad.

Me complace mucho ser parte de esta reunión y la interrogante que se nos ha puesto enfrente ha sido la siguiente: ¿cuál debería de ser el desafío común que tenemos los partidos políticos en México?

Y para ello debemos de partir de una premisa muy clara: los partidos no hemos sido capaces de cumplir la expectativa que tiene la ciudadanía mexicana de nuestra democracia.

Y pienso que los dos más graves errores que podríamos cometer aquí serían menospreciar la crítica y prescindir de la autocrítica.

He realizado, en estos primeros cien días como presidente del Comité Ejecutivo Nacional de mi partido, un recorrido por las 32 entidades federativas.

Estuve precisamente en este auditorio, aquí en Morelia, hace unos meses y el elemento fundamental de ese recorrido fue escuchar las voces críticas y autocríticas en nuestro instituto político, pero sobre todo a partir de ese análisis crítico y autocrítico buscar la construcción de propuestas constructivas, para encontrar las soluciones a nuestros retos como partido, pero sobre todo para buscar las políticas públicas que pudieran servir mejor a la ciudadanía.

Si las instituciones democráticas están siendo calificadas de manera poco favorable por la ciudadanía, eso significa que es una mala noticia para nosotros los políticos. Pienso yo que es una mala noticia para la democracia en su conjunto, y ahí tenemos claramente un reto y una clara responsabilidad.

La sociedad está reaccionando permanentemente al actuar de los partidos políticos. Los medios de comunicación han cambiado de manera importante en esta última década y las redes sociales juegan un nuevo papel en la democracia que ciertamente no tenían hace unos años.

Esto ha llegado a tal punto que hoy nos encontramos frente a candidatos –algunos sin partido y otros con partido– que se deslindan de la política en la búsqueda del voto popular. Por desgracia proliferan cada vez más los candidatos que hacen política a costa de denigrar a la política, en sus campañas electorales.

Incluso, ha habido legislaciones que establecen que hay candidaturas ciudadanas, como si aquellos que participamos a través de un partido político no lo fuéramos. Y ahí se plantea una falsa disyuntiva, que habría que atender pronto.

Todos los militantes de un partido político somos ciudadanos. Y somos ciudadanos precisamente porque participamos en organizaciones de la sociedad que se agrupan para hacer política.

No hay una falsa disyuntiva entre ciudadanos y políticos. Todos somos ciudadanos y quienes participamos en actividades públicas lo podemos hacer a través de un partido político, que tiene como propósito servirle a su país.

Es obvio que nosotros –todos– somos ciudadanos. No hay tal disyuntiva entre político y ciudadano. Ese descrédito es un riesgo para la democracia como sistema de organización política y eso debe de sonar alarmas entre nosotros.

En América Latina, México figura en las encuestas como uno de los países que arrojan un resultado bajo en cuanto a la satisfacción de la ciudadanía, en cuanto al resultado de sus gobiernos democráticos.

Me parece que no es el tiempo para pensar en justificaciones de esta mala percepción o de culpar al ciudadano. Todo lo contrario, es la oportunidad y responsabilidad que tenemos los políticos –de todos los partidos– de tomar cartas en el asunto, de tomar acciones precisas para cambiar ese rumbo.

Los distintos partidos políticos tenemos mucho en lo cual discrepar y nos podríamos pasar toda esta sesión y toda la semana y el fin de semana, discrepando.

Bienvenida esa pluralidad política en México.

Bienvenida la diversidad de puntos de vista, para nutrir la democracia de nuestro país.

Pero los distintos partidos también tenemos mucho en común y tenemos –sobre todo– adversarios en común. Tenemos también en común la resolución de graves problemas regionales, estatales y nacionales, y tenemos todos en común la misma herramienta: la política.

Muchos vieron remoto que se aprobaran reformas trascendentales para cambiar la vida del país, porque percibían múltiples años de división entre los partidos políticos en los distintos Congresos, federales y estatales.

Ahora, ha habido una agenda de transformación para México que fue producto de ponernos de acuerdo, de dejar a un lado las diferencias que son relevantes en una democracia, pero en poner acento a las coincidencias, que son mucho más relevantes, para dar solución a los problemas económicos y sociales dentro de una democracia.

En todos los partidos –ciertamente– hay mujeres y hombres honestos y también en todos los partidos hay personas que no lo son. Pero no tengo duda alguna que la inmensa mayoría de los políticos somos mujeres y hombres que nos despertamos y mañana, tarde y noche trabajamos de manera honesta por el bien de México.

A esas mujeres y a esos hombres, destino las siguientes palabras:

Hay un espacio para la construcción de una agenda común entre las políticas y los políticos honestos de nuestro país, de todos los partidos políticos por igual. Hay coincidencias claramente, a nivel federal y a nivel estatal, y la pregunta es: ¿qué agenda común podemos desarrollar?

Y yo vengo este día a proponer tres puntos, y tres puntos que nos sirvan de partida para trabajar de manera armónica, entre la Federación y los estados, alrededor de todas las 32 entidades de nuestro país y cruzando los espacios que nos distinguen a todos los partidos políticos por igual.

El primer elemento sería establecer los sistemas estatales y federal, los sistemas Anticorrupción, de manera sólida y de manera creíble a la ciudadanía.

Como sabemos, las recientes reformas en la materia obligan a que a más tardar el 18 de julio del 2017, tanto el Congreso federal como las Legislaturas de las 32 entidades federativas, expidan las leyes y hagan los ajustes correspondientes en sus respectivos ámbitos de competencia, bajo una lógica de actuación completamente nueva.

Necesitamos estar entregados a este cometido, para que sirvamos a México al inhibir los dos mayores frenos que tiene el avance de nuestro país: la corrupción y la impunidad.

Nadie quiere más Javier Duarte, ni Guillermo Padrés, ni más Abarcas, ni más Señores de las Ligas. Eso no dignifica la política y no enorgullece a ningún partido político.

Ese tipo de corruptos lastiman profundamente a México y lo que el Sistema Anticorrupción establece es que deben de acabar en la cárcel.

Lo que debemos hacer es construir un escenario de política creíble, que combata la corrupción y la impunidad, y los partidos políticos en general en México han enfrentado con éxito retos de esa magnitud.

Y permítanme recordar uno: todos los aquí presentes vivimos la elección de 1988. Fue una elección que dejó ciertas dudas e insatisfacciones en todo el país. Los mexicanos necesitábamos cambiar, ¿y qué hicimos en esa generación?, nos dimos todos a la tarea de dialogar, reformar la Constitución y la ley, y crear nuevas instituciones para darle credibilidad al sistema democrático electoral de México.

En ese sentido, se creó el Instituto Federal Electoral, el Registro Federal de Electores y la credencial para votar con fotografía.

Los mexicanos –todos– acudimos de nueva cuenta a las urnas en 1991, tan sólo tres años después de esa mala elección del 88.

¿Y cuál fue el resultado? El resultado fue que la ciudadanía participó de manera amplia, las elecciones no fueron cuestionadas de fraudulenta, y los vicios del pasado parecían empezar a superarse.

¿Resolvimos los mexicanos el problema de la democracia electoral de un jalón, entre 88 y 91?, por supuesto que no.

Han sido necesarias subsecuentes reformas electorales para perfeccionar nuestro sistema y, ciertamente se necesita, como en cualquier democracia, actualizaciones a las reglas del juego para que sean cada vez más justas y equitativas.

Pero nadie puede dudar que los mexicanos nos dimos un nuevo sistema democrático electoral entre el 88 y el 91, gracias al trabajo de todos.

De ese tamaño es la oportunidad para esta generación de mexicanas y de mexicanos, para construir nuevas instituciones que le brinden al país un nuevo Sistema Nacional Anticorrupción y Sistemas Estatales Anticorrupción creíbles y confiables, para enfrentar con éxito el gran cáncer que es la corrupción en México.

 

Amigas y amigos:

 

Los invito a que cada quien, desde el ámbito de su competencia y desde la trinchera política de su preferencia, defendamos –eso sí, todos juntos– la creación de un Sistema Nacional Anticorrupción y los Sistemas Estatales Anticorrupción que necesita México.

 

El segundo tema que quiero poner a su consideración es el siguiente: en el recorrido que he hecho por 32 entidades federativas, recuperé distintos testimonios tristes, dolorosos y ofensivos, de mujeres que participaron en las contiendas electorales del 2015 y 2016, y que se enfrentaron a violencia política de género.

 

Ese es un problema que tenemos que resolver. No podemos permitir la violencia política contra las mujeres, no es correcto, no nos engrandece en ningún sentido y no fortalece a la democracia.

 

Y la propuesta es la siguiente: atendamos este problema desde el ámbito legislativo, primero; veamos la construcción de leyes federales y estatales que nos permitan atender, disminuir, señalar y eventualmente eliminar la violencia política de género en todo el país.

 

Creemos un sistema democrático donde la mujer –en cualquier partido político– participe en política de manera digna, de manera libre y de manera segura.

 

Que no exista en la actitud de político alguno, una actitud que denigre a la mujer. Y está en nuestras manos hacerlo –también en la acción– de dos maneras: primero, no lo hagamos en campaña y no lo hagamos en la relación legislativa, no lo hagamos en la relación entre órdenes de gobierno.

 

Y en segundo lugar, no lo permitamos. Cuando alguien más se refiera a una mujer en política de manera tal que violente sus derechos o la ofenda, seamos cada uno de nosotros los primeros defensores de esa compañera, sea de nuestro partido o de cualquier otro.

 

El tercer punto: tenemos distintas visiones sobre cómo puede construirse una economía más justa y una economía más productiva. Bienvenidas esas diferencias en el debate político y en el debate ideológico.

 

Pero sí tenemos un objetivo común, compañeras y compañeros: todos queremos tener un país con mayor generación de empleo y bien remunerado, todos queremos tener un país con mayores esquemas de igualdad entre mexicanos y entre regiones, y todos queremos un país sin pobreza.

 

Construyamos una agenda común a favor del desarrollo económico y social de nuestro país, establezcamos las ideas económicas que nos unan y que nos permitan evolucionar de una discusión poco fértil a una discusión que permita establecer soluciones concretas a favor de las mexicanas y los mexicanos, que lo único que esperan es una oportunidad para crear su propia historia de éxito.

 

Hay múltiples formas de aproximarnos a esta idea y se valen las diferencias ideológicas para resolver lo mejor. Pero si el objetivo común es establecer mejores condiciones de desarrollo económico y social, compañeras y compañeros, estoy seguro que podemos establecer una agenda de cambios y reformas que permitan que las distintas regiones del país se desarrollen en su pleno potencial.

 

Que no sea una agenda de un partido político.

 

Que sea una agenda de los partidos políticos, a favor de todos los mexicanos.

 

Amigas y amigos de todos los partidos políticos:

 

Creo profundamente en la política como un mecanismo que ayuda a las sociedades a avanzar de manera acelerada a favor de las mejores agendas y causas de la ciudadanía.

 

Creo profundamente en que debemos trabajar de manera armónica para revalorar la política y revalorar a los políticos en la sociedad.

 

Creo profundamente en que debemos buscar los puntos de encuentro para que la ciudadanía piense que su clase política encuentra soluciones en lugar de disensos.

 

Por esa razón, he anunciado que voy a recorrer de nuevo las 32 entidades federativas, con el propósito de encontrarme con las organizaciones de la sociedad civil, con los tecnológicos y la academia y las organizaciones empresariales, para buscar una agenda sobre estos tres temas que he puesto sobre la mesa.

 

Me interesa mucho escuchar la opinión de cada uno de ustedes sobre qué otros temas se pueden poner sobre la mesa.

 

Y, dejando un momento a un lado las diferencias que tenemos, válidas, entre los partidos políticos, que todos podamos poner nuestro granito de arena y nuestro esfuerzo constante, para que este país sea mejor en el corto, en el mediano y en el largo plazo.

 

Muchas gracias a todos ustedes por esta oportunidad.

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